lunes, 17 de octubre de 2011

LLEGA EL INVIERNO

No hay más
que una barra entre tú y yo,
dos vasos y un cenicero entre el humo,
pero tú no ves que son páramos
lo que en realidad nos separa.

A ratos te acercas a besarme,
alguna caricia fugitiva se te escapa,
y yo sonrío,
pero tú no me estremeces...
Por mis venas la sangre corre lenta,
mis pupilas son apenas puntos negros,
mi piel permanece fría
pues dentro de mí sólo hay nieve...

Pasan eones, siglos, glaciaciones,
tus palabras se pierden
en la tempestad que me habita,
y ni tu sonrisa ni tu voz
llegan a horadar este corazón congelado;
poco a poco el hielo me invade,
llega hasta mis labios que olvidaron
el fuego de los besos,
hasta mis ojos que sólo miran la distancia,
hasta mis manos que no recuerdan
cuál era el tacto de una piel amada..

Déjame ser lo que soy,
una estatua en la tormenta,
que no siento nada y las lágrimas
me son como la risa ajenas,
que no hay nada en tí
que me mueva o me conmueva,
que sólo espero el sueño
para poder regresar
a mi reino de sangre y pena,
donde yo, sola yo
perdono o arrebato la vida...

Tú te derretirás
como un recuerdo de invierno
ante la cruda luz de abril,
y no habrás sido más
que una sombra fugaz
que nunca llegó
a ser más que un charco de lluvia...

miércoles, 5 de octubre de 2011

ANGEL DE LA MUERTE

Despierto, y no estás a mi lado,
pero no me hace falta,
hasta hace un segundo tu mano
guiaba la mía en la destrucción...

Vuelvo a la vida que conozco (ya apenas...)
y son tus dedos
los que encierran los míos
para que el corte sea certero...
Las máquinas, por un segundo, dudan,
mas yo no dudo,
no llega nadie para esta alarma que ya fue falsa
tantos minutos en esta noche insomne...

Me miras, y veo en tus ojos
que pude haber sido yo, pues era yo
quien estaba aquí encadenada,
pero ya no, ya no...
este sonido,
esta fotografía de un cerebro que ha fallado,
este pitido de un corazón congelado,
este cable que me unía
al aire que no me alimentaba
como el que tú, apenas, me dabas,
esta sangre que resbala
poco a poco hasta el suelo...

Amor, yo me paré en esta vida
para regresar
llena de vida y de odio,
y cuan grande era la calma que me daban,
que apenas pensaba en tí...

Ahora no,
no me pidas que me cuide,
hay una cama en un hospital
que guarda la huella de mi fin,
hay médicos, enfermeras, gente
que son sombras fugaces
que me vieron irme
y me vieron volver repleta de ira...

Y sigo soñando,
una y mil veces despierto
esperando que mis manos
resbalen rojas
en cada centímetro de tu piel,
y la noche no es tan larga
como para no recordar
este éxtasis en la masacre:
Un cuerpo inocente,
mujer, hombre, niño, qué más da...
su vida entre mis manos
como una alondra prisionera,
un latido, dos,
tres... Uno tras otro...
Más latidos, cuatro, cinco, seis...
La alarma que fue mía
no avisa a tiempo...
no eres tú,
celoso de un alma que no es tuya,
quien disfruta de cada segundo
a contratiempo entre mis brazos...

Una cortina blanca, una piel
que pierde el calor por segundos,
un simple hoyo en el brazo que me alimenta,
y vuelvo a sentirme viva, vuelvo a sentirme entera de nuevo...
Sangre, sangre fresca, amor,
resbala entre mis labios:
Nunca hubo beso más íntimo
que cuando traigo la muerte.

Me apartas,
me dices que ya es bastante,
y retrocedo
sintiendo aún como la esencia de la vida
resbala en mi garganta...
Y todas las máquinas del mundo
no podrán nunca quitarme este sabor
que más que los besos me penetra...

Me vuelvo a tí,
tan muerta como lo estuve este verano,
y me dices
que yo merezco más.
Yo sé que merezco más,
pero aún tengo sed...
Mas no eres tú,
pues no eres bastante,
y no es él,
pues él es demasiado...

Vuelvo a tí cuando me llamas,
y toda yo soy volcán ante el recuerdo,
laguna de hielo ante tus besos...

A flor de piel soy asesina
que recuerda su misión cuando se duerme,
y cuando tú me encuentras
no sabes de mí
más de lo que yo sé de mi deseo...

Vuelvo a los pasillos cuando duermo,
en algún lugar
hay monitores que me esperan,
lesiones de corazón que me presienten,
cerebros que, sin saberme,
tiemblan ante mi codicia y mi odio...

Despierto,
mis manos están limpias
y hay llamadas tuyas a las que,
queriendo o sin querer,
no atendí...
Y regreso al sueño,
tú no me ofreces
este poder en la sombra
que ni siquiera sospechas que anhelo.
Despierto,
vuelvo a tí
en las largas horas del día,
y el sol se pone,
y no eres tú
a quien quiero hallar a mi lado...